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Petra, Viaje a la ciudad oculta de Petra.



Petra (en árabe, البتراء al-Batrā´) es un importante enclave arqueológico en Jordania, y la capital del antiguo reino nabateo. El nombre de Petra proviene del griego πέτρα que significa piedra, y su nombre es perfectamente idóneo; no se trata de una ciudad construida con piedra sino, literalmente, excavada y esculpida en la piedra.

El asentamiento de Petra se localiza en un valle angosto, al este del valle de la Aravá que se extiende desde el mar Muerto hasta el Golfo de Aqaba. Los restos más célebres de Petra son sin duda sus construcciones labradas en la misma roca del valle (hemispeos), en particular, los edificios conocidos como el Khazneh (el Tesoro) y el Deir (el Monasterio).

Fundada en la antigüedad hacia el final de siglo VII a. C. por los edomitas, fue ocupada en el siglo VI a. C. por los nabateos que la hicieron prosperar gracias a su situación en la ruta de las caravanas que llevaban el incienso, las especias y otros productos de lujo entre Egipto, Siria, Arabia y el sur del Mediterráneo.

Hacia el siglo VIII, el cambio de las rutas comerciales y los terremotos sufridos, condujeron al abandono de la ciudad por sus habitantes. Cayó en el olvido en la era moderna, y el lugar fue redescubierto para el mundo occidental por el explorador suizo Johann Ludwig Burckhardt en 1812.

Numerosos edificios cuyas fachadas están directamente esculpidas en la roca, forman un conjunto monumental único que a partir del 6 de diciembre de 1985, está inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco. La zona que rodea el lugar es también, desde 1993, Parque Nacional arqueológico.

Desde el 7 de julio de 2007, Petra forma parte de las Las nuevas siete maravillas del mundo moderno.

Patios de Córdoba



Los patios de Córdoba, una obsesión estética

Cuando esta primavera los jardines y los parterres, los arriates y las macetas estallen en flores de mil colores los Patios de Córdoba tendrán un motivo más para sentirse orgullosos.

La fiesta que es tradición celebrar en el mes de mayo en torno a los Patios lucirá a partir de 2013 la pátina de prestigio que da ser reconocida como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. El pasado día 6 de diciembre la Unesco decidió en París conceder su máximo reconocimiento a un bien intangible que representa, además, la quintaesencia estética de los pueblos y ciudades de Andalucía.

Los Patios de Córdoba son la destilación estética de un modo de vivir que hunde sus raíces en Roma y al-Andalus, en aquellos tiempos en que esta ciudad fue por dos veces capital del mundo. De aquel legado heredó la capital este singular modo de expresar su belleza, su silencio y esa áurea de sabiduría que pontificaron sus mejores hijos, desde Séneca a Lucano, desde Averroes y Maimónides hasta al-Hakam II.

Los barrios de la ciudad

Pero no hay que esperar al mes más florido de la primavera para disfrutar de los patios cordobeses. Su presencia es constante en los recorridos que discurren por la Judería y los barrios de San Basilio y La Ajerquía. Muy próxima al Alcázar de los Reyes Cristianos y a las Caballerizas Reales, en las casas populares próximas a la ribera del río Guadalquivir y la primitiva muralla califal, hay patios abiertos desde los zaguanes que son un resumen de las obsesiones estéticas de Andalucía.

La cal en las paredes y el empedrado en los suelos, el pozo de aguas claras, los arriates de donde germinan los tallos de rosales, jazmines y madreselvas y un sinfín de macetas donde crecen las hojas aterciopeladas del geranio cuyas flores de un rojo intenso parecen brillar bajo el sol del mediodía. Hay patios que solo pueden ser observados desde los vestíbulos. Una reja artística de hierro separa el espacio público del reducto privado y silencioso de las familias que miman su bien más preciado.

Pero hay un palacio en Córdoba que es un resumen de todos los patios que la capital posee. Es el Palacio de Viana y está entre San Andrés y Santa Isabel, cercado por plazoletas íntimas, callejones estrechos y esquinas ligadas a la memoria literaria de una de las urbes más antiguas de Europa.

Casa señorial andaluza

Viana es el prototipo de la gran casa señorial andaluza. Su interior esconde doce patios de una belleza deslumbrante. Viana fue construido en el siglo XIV, fue objeto de ampliaciones y se convirtió con el paso del tiempo en el prototipo del palacio barroco cordobés. En torno a sus patios se extienden decenas de estancias señoriales, aposentos distinguidos y salones aristocráticos decorados con muebles de variados estilos clásicos, lienzos de reputados maestros, libros antiguos y objetos decorativos de gran valor.

Los nombres de los patios del Palacio de Viana hacen referencia a los oficios y la utilidad que los acompañó a lo largo de la historia. El patio de la Cancela tiene ventanales enrejados que miran a la plaza de Don Gome, entrada principal al palacio. El patio del Pozo enlaza con el patio de la Alberca donde hay un ameno estanque próximo a un bien cuidado invernadero donde los naranjos se enredan entre sí hasta cubrir una pared que ejerce de medianera con otras viviendas vecinas.

La Madama es la estancia más romántica de entre los patios y está exaltada por una escultura en piedra de una mujer que vierte el agua de un cántaro apoyado en su cadera. Los patios se suceden hasta completar la docena y en todos ellos las macetas, los arriates y los parterres exhalan la estética de una ciudad única.

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El Faro Romano de Gades



El Faro Romano de Gades

Gades es el nombre latino de la actual ciudad de Cádiz. Los griegos la llamaron Didýme. Considerada siempre como una isla, fue descrita por autores como Pomponio Mela (Chorografía, libro III) o Plinio el Viejo (libro IV de su Naturalis Historia).

García y Bellido hace el siguiente comentario: "Gades era en la antigüedad una isla, y aún lo es todavía, aunque no sea perceptible el hecho. Por esto, tanto Plinio como Estrabón y Mela hablan de ella al describir las islas que circundan los continentes. La ciudad contaba con dos centros urbanos, uno en las islas y otro en el continente, ahí el nombre de Didýme, en griego didyma significa "mellizo".

La segunda guerra entre la república cartaginesa y la república romana se inició por la disputa sobre la hegemonía en Sagunto, ciudad costera helenizada y aliada de Roma. Tras muchas luchas entre los romanos y cartaginenses en la Península Ibérica, sólo Gádir con la ayuda de Magón Barca se mantuvo en pie, siendo sitiada por Publio Cornelio Escipión el Africano; se entregó incondicionalmente al Imperio romano en el año 206 a. C. aunque manteniendo su intensa actividad comercial.

Adquirió el estatuto de civitas foederata (ciudad federada de Roma). Este privilegio le permitió mantener su autonomía política y económica y ello se vio beneficiado en la economía de la ciudad, que aumentó considerablemente, además de estar exenta de pagar impuestos.

La ciudad contaba con su propia moneda para facilitar el comercio. El anverso mostraba a Hércules, su fundador, y el reverso mostraba uno o dos atunes.

Contaba también con un faro escalonado, típicos de las ciudades del Mediterráneo, decorado mediante retícula romboidal. Las representaciones antiguas muestran un faro de doce cuerpos, con escaleras exteriores. Hasta el siglo XII se conservó un faro-torre de tres cuerpos que enaltecía una estatua gigante de Hércules.

Con la conquista romana, se reforzaron las comunicaciones terrestres de Gades con el resto de la península y con Roma, la inicialmente denominada Vía Hercúlea y, más tarde, Vía Augustea. Se construyeron un circo romano, un acueducto, más templos, etc. En esta época se hicieron famosas las exportaciones gaditanas de garum. El otro cambio estructural fue la traída de agua a la ciudad a través de un acueducto desde Tempul; significaba acabar con el sistema de cisternas fenicio y establecía nuevas relaciones con el territorio circundante. Cuando en la decadencia de la Gades romana desaparece ese acueducto, la ciudad volverá al sistema de cisternas y hasta la segunda mitad del siglo XIX no tendrá conducción de agua desde tierra firme.

Se construye la ciudad nueva por iniciativa de Balbo el Menor, entre cuyos restos destaca el teatro.

Esta ciudad nueva representa el auge máximo de la Cádiz romana, pero que seguía siendo la ciudad de los gaditanos, expertos navegantes y constructores de barcos, una ciudad rica a causa del comercio y a la que sólo Roma superaba en población.2 Llegaron a vivir en la ciudad más de quinientos equites, compitiendo con Padua y la misma Roma.2 Durante el reinado de Augusto, la ciudad se llamó Augusta Urbs Gaditana.

Con la oligarquía encabezada por la familia de los Balbos, familia de larga tradición fenicia, que adopta el partido del César (Julio César extendió a sus habitantes la ciudadanía romana en 49 a. C., según Dión Casio, 41, 24) contra los pompeyanos, vuelve a florecer la ciudad durante los últimos años de la República romana y el principado de Augusto.3 Aunque Estrabón nos cuenta como César abolió algunas costumbres gaditanas autóctonas por considerarlas bárbaras. En éstos y posteriores años se hacen famosas las puellae gaditanae, bailarinas de Gades, como la citada por Marcial, Telethusa.

En De vita Caesarum, Suetonio cuenta como Balbo lleva a César al templo gaditano de Hércules-Hēraklēs-Melkart a rezar ante la divinidad romano-greco-fenicia:

La flota gaditana

Según Dión Casio, la ciudad otorgó a César en sus campañas contra los lusitanos naves para transportar a 18.000 hombres. Eso significaría alrededor de 90 naves de transporte pesado, los trirremes.

Hay que añadir los hippoi o hippos. Naves cuyo nombre proviene, por la alusión, a la cabeza de caballo que se mostraba en sus proas. El objetivo de estas pequeñas embarcaciones era la pesca.
Los principales materiales en la construcción de barcos eran la madera de alcornoque, encina y acebuche. Es importante resaltar el hecho que una de las islas que formaban el archipiélago se llamaba Kotinusa, por su abundancia de acebuches (gr:"Κοτινοωσα", en castellano tierra abundante en acebuches).

El conventus gaditanus

La Bética romana era una provincia que se dividía en cuatro circunscripciones para la administración de la justicia, denominadas conventus: El cordubense, el hispalense, el astigitano y el gaditano, cuyas capitales eran las ciudades homónimas. El territorio del conventus gaditanus abarcaba la mayor parte de las costas de la Baetica, desde la desembocadura del Baetis (Guadalquivir), hasta la zona del poniente almeriense.

Dentro del convento las ciudades se ordenaban por categorías jurídicas: municipios, colonias, libres, federadas o estipendiarias, según se recoge en las listas de poblaciones establecidas por Plinio el Viejo. Importantes núcleos de población del conventus gaditano fueron Abdera (Adra), Sexi (Almuñécar), Malaca (Málaga), Asta Regia (Mesas de Asta, cerca de Jerez de la Frontera) o Nebrissa (Lebrija).

Gades era el punto final de la Vía Hercúlea, posteriormente Vía Augusta, la más larga e importante de las vías romanas en la Península Ibérica, que fue remozada, reconstruida y aumentada en tiempos del emperador Augusto.